Danniela
La historia de Danniela nos inspira y demuestra el optimismo con el que las niñas y jóvenes se enfrentan a desafíos con resiliencia y determinación para acelerar el reloj, es decir, para lograr la igualdad en menos tiempo, con el apoyo de todos los actores de la sociedad.
“Si no habría llegado a este país, tendría miedo de expresar lo que pienso y siento en mi corazón. Sería muy diferente a como soy ahora. Ecuador es mi otro hogar, aquí me han enseñado y he aprendido mucho más que en mi país de origen”. Pocos podríamos imaginar que estas palabras cargadas de reconocimiento y afecto provienen de una chica venezolana de 14 años. Danniela fue víctima de bullying y discrimen por el color de su piel y su estrabismo durante su primer año en Loja. “Una ocasión en la escuela, cuando sonó la campana anunciando el fin del recreo, se me acercó una niña y de repente dijo: ¿A qué has venido aquí venezolana? Mejor te habrías quedado donde perteneces…eres muy negra”. Tan mal se sintió en ese momento que estuvo a punto de quebrarse, pero el abrazo de sus compañeras y compañeros preocupados por consolarla le hizo entender que, aunque viva en otro país, siempre encontrará personas buenas dispuestas a ayudarla. Solo era cuestión de tiempo.
Con aquel episodio, reconocerse diferente había disparado su inseguridad a niveles alarmantes, tornándola introvertida y poco amigable. Nada, por entonces, pudo haber hecho pensar que, tres años más tarde, experimentaría un cambio radical en su conducta. A Danniela le cambió la vida participar en uno de los clubes de adolescentes del Proyecto Ella, que impulsa Plan International en Loja. El aprendizaje obtenido a través de las charlas y talleres sobre movilidad humana, igualdad de género, derechos de las mujeres, gestión de las emociones, prevención de la xenofobia, derechos sexuales y reproductivos, entre otros, le ha dado las herramientas para vigorizar su capacidad de resiliencia y adaptarse a las necesidades que demanda el nuevo contexto en el que ahora vive.
Danniela ha aprendido a aceptar sus diferencias y las convirtió en fortalezas, ganó confianza para expresar con locuacidad sus ideas, es extrovertida, más segura de sí misma y perdió el miedo a participar o equivocarse. “En el club me han enseñado bastante, hasta mi mamá se sorprende y me dice: ¡Tú no eras así… cómo has cambiado en todo este tiempo! La verdad es que me fui abriendo más y conociendo a muchas personas ecuatorianas. Hoy, en el lugar al que llego hago amigas y amigos, tengo bastantes y me quieren como soy”.
Su gran capacidad para aprender y asimilar el conocimiento le ha facilitado para poder incorporar estas nuevas habilidades sociales a su práctica diaria y alcanzar un alto sentido de pertenencia, pues lo que más anhela es ser aceptada e integrarse a su entorno, en tal medida que, a momentos, incluso suele olvidar su procedencia. “Siento como que pertenezco aquí y hasta se me olvida que soy venezolana. A veces me preguntan de dónde soy y me suena natural contestar que soy de Esmeraldas (provincia costera de mayoría afroecuatoriana). Sí, me gusta que piensen que soy ecuatoriana, eso me hace sentir incluida y parte de este país, aunque estoy muy orgullosa de ser venezolana. He descubierto que el intercambio entre las personas venezolanas y ecuatorianas trae riqueza, aprendizajes, nuevas formas de ver el mundo, nuevos colores y músicas”.
“La verdad es que me fui abriendo más y conociendo a muchas personas ecuatorianas. Hoy, en el lugar al que llego hago amigas y amigos, tengo bastantes y me quieren como soy”
Danniela está tan identificada con el rol decisivo que ha desempeñado el club de adolescentes en su cambio personal que no en vano contempla como parte de su proyecto de vida ayudar a todas las personas que lo necesiten por medio de charlas y talleres en los que abordaría precisamente los temas que más le han conmovido y que ella archiva en su memoria con fidelidad asombrosa. Y, precisamente, Danniela, por su destacado liderazgo e interés, forma parte del grupo de adolescentes del club ‘Marcando la diferencia’ que fue capacitado por el proyecto ELLA, como facilitadoras y facilitadores para replicar lo aprendido a más jóvenes de la localidad.
Danniela es una adolescente que inspira ternura por su trato delicado y una tendencia innata a manifestar su cariño a la gente, empezando por su familia. Apenas ha iniciado el colegio, pues cuando llegó a Ecuador tuvo que descender un grado de la escuela debido al déficit de conocimientos que arrastraba. Algo que no le molesta pues, para ella, todo lo que sea aprendizaje es siempre bienvenido, asegura.
Es la última de seis hijos y, a pesar de ser la más pequeña, ha madurado notablemente por la convivencia con sus hermanas y hermanos mayores. “Sí… ellas y ellos me han mimado siempre y aún me miman mucho, pero como ya estoy más grande, me tratan como a sus pares. Eso me gusta y me da mucha confianza”.
Le gusta ayudar en las tareas de casa, hacer manualidades, pintar y cuidar de las plantas. Aprecia el canto, pero más habilidades tiene para el baile y cree haber heredado el son musical de su mamá y papá. Su madre, quien también está vinculada al club de adolescentes como chaperona voluntaria, es el apoyo emocional de Danniela. Constantemente la anima a manifestar lo que siente y a poner en práctica las competencias y destrezas aprehendidas.
En gran parte, es por eso que Danniela no dudó en aprovechar la oportunidad que se presentó con ocasión del matrimonio de su hermana de 20 años para dedicarle previamente una charla en detalle sobre los métodos anticonceptivos, y sus derechos sexuales y reproductivos. “Mi hermana me preguntó: ¿dónde aprendiste eso? Yo le expliqué que al club no iba solo a conversar y a hacer amigos, sino que iba a aprender y que era mi deber enfocar ese aprendizaje y tratar de ponerlo en práctica en nuestra vida diaria”.
A esas mismas enseñanzas adquiridas acudió más tarde, pero, esta vez, para superar el dolor que le significó separarse de su hermana con quien mantenía un vínculo muy estrecho, y que luego de la boda se fue a vivir a la capital. “Siempre duele alejarse de alguien que ha vivido casi toda una vida contigo, pero sé que todos mis seres queridos se tienen que ir algún momento, crear su propio camino, incluso cuando crezca seguramente también me iré dejando a mis padres”.
Danniela llevó a la mejor amiga de su congregación religiosa al club de adolescentes ya que estaba convencida que allí le proveerían de las herramientas adecuadas para superar su introversión, tal y como ocurrió consigo misma. “La primera vez que fue le gustó tanto que participó activamente en la charla. Ella ha mejorado, es más abierta, habla más y se expresa mejor. Mis amigas y amigos la aceptaron inmediatamente y, ahora, conformamos un grupo en el que compartimos el conocimiento sobre temas que a muchos de nuestros padres y madres les cuesta explicarnos abiertamente”.
Danniela ha estado tan a gusto en el club de adolescentes del proyecto ELLA que le apena pensar en que acabe. Por ello, ya se anotó en otras iniciativas como la escuela de liderazgo de Plan International, ahí también están varias/os amigas/os y eso la entusiasma mucho. Ella estima que todo cuanto aprendió ha cambiado no únicamente un aspecto en su vida, sino la vida misma. “Para mí, el club ha significado cosas completamente nuevas y diferentes, como una aventura constante que la he disfrutado al máximo”.

Ahora, aprovecha el tiempo difundiendo el aprendizaje alcanzado entre todas las jóvenes de su salón de clases, les habla sobre sus derechos, les dice que no necesitan ser hombres para hacer un trabajo, ni un papel certificado para acceder al conocimiento, les persuade a creer en ellas mismas y ejercer el valor real del poder femenino. “Les cuento que yo pertenezco a un proyecto que se llama ELLA, de Plan International, a través del cual nos formamos poderosas, somos mujeres echadas p’lante, somos ‘bichotas’ (neologismo caribeño que significa tener el control, ser empoderadas), les digo”.
La portentosa retentiva de Danniela tan solo es comparable con la infinita gratitud que siente hacia las profesionales técnicas del Proyecto Ella, hacia Plan International y hacia el país de acogida: “En este mundo es necesario tener a más gente como ustedes porque ayudando a personas de otros países, influyen en nosotros para hacer lo mismo. Nosotros nos apoyamos en ustedes y adquirimos confianza para expresarnos”.
Es tal la capacidad de memoria de Danniela que no solo le permite almacenar información o retenerla, sino que le ayuda a devolverse así misma a la realidad o elevar su ánimo —cuando lo requiere — con inusitada eficiencia. De todos modos, como una ayuda extra, guarda en su móvil una foto del semáforo de las emociones cuyo uso aprendió en una de las sesiones de su club.
Ella sabe que para mantener alta su autoestima debe aceptarse como es y admitir todas las emociones que siente intentando mantener el color verde, aunque a veces la luz esté en rojo con su ánimo por los suelos o en el intermitente amarillo que no termina por sacarla de su estado: “¡Todas las emociones son positivas solo hay que saber gestionarlas!”, dice. Así, a través de lo que aparenta ser un juego, Danniela se esfuerza por mejorar cada mañana el aprecio que tiene por sí misma, el recurso más fuerte con el cual aportaría su granito de arena para hacer del mundo un espacio más acogedor y solidario, y así avanzar por un sendero seguro, iluminado por una brillante y perpetua luz verde.
Aún faltan 131 años para lograr la igualdad de género[1]. En Plan International trabajamos para que el optimismo perseverante de las niñas y los niños, de nuestro equipo y de nuestros socios reduzca el tiempo que las niñas y mujeres deben esperar para tener igualdad de derechos.
Con tu donación podemos acelerar el reloj. Dona en https://plan.org.ec/donar/
¡Somos Plan International y no nos detendremos hasta lograr la igualdad!
[1] Foro Económico Mundial, junio 2023.