Cuarentena: Cuando la casa no significa protección
Por Viviana Santiago
Todo el mundo ya lo sabe: convivimos con la pandemia del COVID-19. El coronavirus representa un desafío a la salud pública para las autoridades y toda la población. En los últimos días, hemos visto las medidas oficiales que limitan la circulación de la gente para intentar prevenir la propagación del virus. Empleados trabajando desde la casa, cines y tiendas cerradas, niñas, niños y adolescentes en casa al estar tanto las escuelas paralizadas como las actividades recreativas en clubes, organizaciones y otros espacios. Quédate en casa. Esa es la recomendación.
El hogar es el lugar dónde toda la población debe estar para atravesar esta situación de forma segura. Estar en casa significa, por encima de todo, la certeza de tener tranquilidad en el lugar que es más apreciado por ti. Significa no desplazarse y no interactuar con personas fuera del círculo familiar. Debería significar protección. Y podría significarlo si la casa no fuera también, para muchas niños, niños y adolescentes, un espacio violento.
Mantener a niñas, niños y adolescentes en casa es una medida que conlleva el riesgo de aumentar tensiones intrafamiliares y una sobrecarga de trabaja doméstico para las mujeres adultas y las niñas. Las niñas -quienes son frecuentemente consideradas como adultas en miniatura- experimentan desde muy pequeñas, los impactos de lo que es percibido como natural en la vida de las mujeres. En los hogares marcados por violencia intrafamiliar, que principalmente afecta a mujeres y niñas, este período de confinamiento en casa eleva las condiciones de tensión que pueden llevar a la ruptura de una ya de por sí débil dinámica familiar y traer serios riesgos de violencia. Hay innumerables casos en los que niñas, niños y adolescentes han sido resguardados de situaciones de violencia en casa porque esa violencia sólo fue percibida a través de interacciones con la escuela, a través de consultas básicas en unidades de salud, visitas médicas, proyectos y actividades socio- educativas realizadas por organizaciones de la sociedad civil. Muchas veces, los adultos notan los signos de violencia. Otras veces, son las niñas, niños y adolescentes quienes, al sentirse en espacios y relaciones seguras fuera de casa, indican que hay episodios violentos
En Brasil, cada hora, cuatro niñas menores de 13 años sufren violencia sexual, según estadísticas del Foro de Seguridad Pública de Brasil. Se estima que hay alrededor de 500,000 casos de violencia sexual por año y que sólo el 10% es reportado. De acuerdo a estudios, la mayor parte de las víctimas son violadas por personas que conocen y la violencia ocurre dentro de sus casas, en sus familias. Es por ello que es necesario tener en cuenta que las medidas de protección del coronavirus que aíslan a niñas, niños y adolescentes también conllevan repercusiones significativas que no deben ser ignoradas y necesitan ser abordadas lo más pronto posible.
La cuarenta mantiene a niñas y niños lejos de los espacios extra familiares y de las relaciones que son esenciales para reconocer y prevenir círculos continuos de violencia en la casa. Esto no es una crítica a las medidas de cuarentena adoptadas que son necesarias para evitar que el virus continúe esparciéndose. Se trata de enfatizar que las medidas relacionadas a la pandemia no deberían ser tomadas sin un contexto analítico profundo que garantice la protección de niñas, niños y adolescentes. Que el Estado garantice sus derechos para vivir libres de violencia y que juntos debemos garantizar nuestro rol estipulado en el Artículo 229 de la Constitución Federal de Brasil: “Es nuestro deber el asegurar el derecho a vivir, a tener salud (…) a cada niña, niño, adolescente, con absoluta prioridad, y ponerlos a resguardo de todas las formas de descuido, discriminación, explotación, violencia, crueldad y opresión”.
Viviana Santiago- Gerente de género e influencia de Plan International Brasil