Samya, rompiendo patrones culturales negativos
Samya, es una joven indígena de 19 años de edad, su nombre Kichwa, significa “Princesa de la Eternidad”. Nació y creció en el campo, en las faldas del nevado Chimborazo en la provincia de Bolívar. Desde pequeña ayudaba a su madre en las labores del hogar y cuidaba a sus hermanos. Poco a poco, sin darse cuenta, se convirtió en la segunda madre de sus hermanos, sus padres salían a trabajar y Samya dejó de tener tiempo para jugar o hacer otras actividades, sus responsabilidades en casa eran muy demandantes.
Cuando tenía 6 años nació su hermana, desde ese momento decidió enfrentar el miedo y romper el silencio, “no quiero que mi hermanita sufra lo que yo sufría”. Ella sentía que por ser mujer no debía hacer sola las tareas de la casa y empezó a luchar con su familia para que entiendan su postura y colaboren entre todos y todas. Samya cuenta que tuvo traumas causados por el estrés de hacer tantas tareas domésticas que, a su corta edad, le impidieron disfrutar su infancia, jugar o vivir tranquila como una niña. Desde ese momento, comenzó a hablar con su padre y su madre sobre lo que ella consideraba injusto, “solo por ser niña debía dedicarme a las labores de la casa”. Para sus progenitores al principio fue muy duro, pasó mucho tiempo para lograr romper los patrones culturales negativos y la desigualdad de género en casa. Ahora Samya siente que valió la pena, gracias a esos momentos de reflexión y acción, hoy tiene la vida que soñó desde que era pequeña.
Su padre se enfermó cuando ella apenas tenía 7 años y junto con su madre se fueron un largo tiempo de la casa. Él empezó a tener problemas graves de salud y su madre lo llevó fuera de casa para curarlo con métodos naturales y evitar que sus hijos se preocupen por su estado delicado. Por estas circunstancias, Samya tuvo que asumir las tareas domésticas, al mismo tiempo que asistía a la escuela. Se despertaba muy temprano y descansaba muy tarde, había noches que no dormía porque su hermano más pequeño era un bebé de 6 meses que lloraba mucho y ella lo cuidaba.
Entre sus actividades sociales, empezó a impulsar la igualdad de género, lo hacía en su hogar e igual en el colegio. Una experiencia la cual influyó mucho en su vida fue al iniciar el primer año de secundaria, sufrió acoso por parte de un compañero. Samya recuerda que durante esta experiencia se sentía muy incómoda e incluso lloraba al llegar a su casa. Al final, con la ayuda de una maestra, después de contarles a sus padres, le puso fin a ese problema. “Si eso me pasó a mí, no soy la única, hay más chicas que sufren acoso y muchas no hablan de sus problemas”.
Samya encontró el gusto por la música practicando en las tardes después del colegio. Para ella, la música la impulsó a sentirse libre y expresar sus sentimientos; la música le ayudó a dejar atrás la timidez y la llevó a viajar por varios lugares que había soñado cuando era niña. En su comunidad no eran “bien vistas” sus actividades, la criticaban por asistir a eventos, talleres, por montar bicicleta, por tocar un instrumento y más porque defendía los derechos de las niñas. Le decían que una mujer solo debe estar en la casa haciendo las labores del hogar y del campo, y que todo lo que hacía para ellos eran “andar en malos pasos”. Escuchar eso le dolía mucho, pero su familia siempre le apoyó para salir adelante.
Para hacer lo que le apasionaba tenía que levantarse muy temprano para ayudar a su madre, alistar a sus hermanos y su hermana y llevarlos al colegio. Siempre iban caminando a la escuela, era un tramo de alrededor de 45 minutos corriendo y una hora y media caminado a paso normal a diario… “Había días que mis padres no tenían dinero para darnos para el pasaje de transporte público y junto a mis hermanos después de clases caminábamos del colegio a la ciudad de Guaranda, por los chaquiñanes que conocíamos, nos demorábamos un tiempo de dos horas y media, no almorzábamos”.
Con la ayuda de su hermano mayor, guardaban el poco dinero que tenían y compraban pan con banana para que sus hermanos pequeños y hermana comieran, mientras ella recibía las clases de música. Samya asegura que todos sus esfuerzos por tocar música, dieron frutos cuando tuvo la oportunidad de viajar al extranjero. Gracias a una convocatoria de becas del Municipio de Evergem, Bélgica y del Municipio de Guaranda y después de aprobar exhaustivas pruebas de lectura, teoría de la música e instrumentos, logró obtener una beca para viajar a Bélgica junto con la Orquesta Sinfónica de la provincia.
A sus 16 años, se integró a Plan International, donde empezó su liderazgo femenino, “Me duele ver tantas niñas que no puedan estudiar, escuchar en las noticias que niñas se están suicidando por maltratos en los hogares, que cada día en menos de 3 minutos hay llamadas de auxilio de varias niñas que informan que sufren maltratos… A través de la música quiero expresar lo que siento desde lo más profundo de mi corazón, quiero tener un mundo justo y gozar de la igualdad de derechos”.
Actualmente Samya se encuentra estudiando una Ingeniería en Telecomunicaciones y tiene un proyecto de vida que le permite luchar por sus ideales, inspirar a otras jóvenes mujeres y cambiar el mundo. Siempre profesa la siguiente frase:
SINCHI KICHWA WARMI, MUSKUYKUNATA PAKTACHISHPA.
“Fuerte mujer kichwa, haciendo realidad sus sueños”.
Autora: Rosario Rea, Técnica de Desarrollo Local
Oficina Chimborazo – Bolívar.