Wenddy – Vidas que inspiran
Por el Día Mundial del Refugiado, el cual se conmemora el 20 de junio de cada año, queremos compartir la historia de Wenddy, una joven venezolana quien ha encontrado acogida en Ecuador después de tomar la difícil decisión de salir de su país para buscar nuevas oportunidades que mejoren la calidad de vida suya y de su familia. Su historia es parte de la publicación “Vidas Que Inspiran” creada para conmemorar los 60 años de Plan International en Ecuador.
Migración: una palabra que atraviesa mi vida. Soy de Caracas, Venezuela y en 2017 migré a Ecuador. Nunca imaginé que este proceso me permitiría conocerme a fondo y reconocer el potencial que tenía oculto.
Mis papás son de Pueblo Nuevo, una zona rural de Portoviejo, en la provincia de Manabí. Hace 26 años, cuando ellos tenían 18, dejaron su tierra para vivir en Venezuela y ahí nacimos mis hermanas y yo. Años después, regresamos a Ecuador, aunque yo no quería venir.
Yo estaba un poco familiarizada con la zona porque veníamos de vacaciones cada dos años. Sin embargo, cuando mis papás tomaron la decisión de regresar sentí que todo sería nuevo para mí y miles de pensamientos pasaron por mi cabeza. Yo estudiaba Derecho, estaba en séptimo semestre y no quería abandonar la carrera. A mis padres les planteé la posibilidad de quedarme en Caracas hasta terminar mis estudios.
Esa convicción cambió cuando un amigo mío murió en una protesta por una bomba de gas. En ese momento yo me dije: “Hasta aquí llegué. Aquí la vida de los jóvenes no vale nada, me tengo que ir”.
La vida en Venezuela era muy dura en 2017. Aunque mi familia y yo teníamos para comer y cubrir nuestras necesidades, el peligro y la inseguridad nos acechaba. Vivíamos en un barrio vertical — un conjunto de torres muy altas— que nos había dado el gobierno. Sin embargo, vivir ahí se volvió peligroso. Siempre se escuchaban disparos y en alguna ocasión tuvimos que caminar al lado de unos cadáveres. Mi hermana menor, que en ese entonces tenía seis años, estaba traumatizada y, cuando escuchaba alguna detonación, se escondía debajo de la cama.
Al llegar a Ecuador yo tenía ciertas ventajas frente a otros venezolanos, porque tengo la nacionalidad, una casa donde vivir y a mi familia. Pero no estaba acostumbrada a vivir en el campo. Quería seguir estudiando, pero Pueblo Nuevo es un área rural donde no hay las comodidades de la ciudad, no hay aire acondicionado ni internet y, claro está, no hay universidades. Además, para seguir estudiando debía aprobar el examen de ingreso, pero yo no sabía nada de la historia del Ecuador y poco me acordaba de las matemáticas.
Como no tenía nada que hacer me puse a cargo del cuidado del hogar. Pasé de tener una vida muy activa a quedarme en la casa. Antes estudiaba inglés, participaba en una orquesta y a veces trabajaba. En Pueblo Nuevo me molestaba el sonido de los gallos y de los pájaros porque no me dejaban dormir. Tenía mucho calor y pensaba: “¿Adónde me vine a meter?”. Me enfermé por un derrame pleural y me hospitalizaron porque tenía líquido en mis pulmones. Había tocado fondo, pero, extrañamente, desde ahí todo fluyó.
Un día en la escuela de mis hermanas una profesora me ofreció ser su reemplazo por unas horas, para ir al doctor. Yo dudé en aceptar porque siempre fui tímida y detestaba hablar en público. Hasta que me dije que solo eran niños, que no iba a pasar nada y acepté. Poco a poco más maestras me pidieron ayuda porque valoraban mi trabajo.
En 2018, llegó el momento de aplicar a la universidad y en la solicitud debía poner dos opciones de carreras que quería estudiar. La primera fue Derecho, pero no podía mudarme a la ciudad porque mis papás no podían costear mi estancia y mi segunda opción era la licenciatura para la enseñanza de idiomas extranjeros. Estoy por graduarme de la licenciatura y hace un año comencé a estudiar Derecho en modalidad virtual.
En medio de ese proceso llegó Plan International Ecuador y salí de la depresión por la que estaba atravesando. Plan International estaba trabajando en algunos proyectos en mi comunidad y me dejaron participar en sus programas, aunque fuera extranjera y tuviera un par de años más de lo requerido. Yo estaba feliz, porque muchas personas nos habían discriminado por ser de un país incomprendido, del que han huido más de cinco millones de personas.
En Plan International Ecuador conocí personas que me aceptaron por quien soy. Hice mi primer círculo de amigos en el país. En la red de reporteros comunitarios participé en mi primer programa periodístico, ahí aprendí a grabar y editar videos para generar contenido, a hablar frente a las cámaras y a locutar en radio. Descubrí que tengo la habilidad de hablar frente a las personas y transmitir de forma asertiva mi mensaje.
Un día me invitaron a una radio en Portoviejo para contar lo que hacíamos los jóvenes de las áreas rurales y el periodista que me entrevistó quedó fascinado porque me desenvolvía muy bien, al punto que me ofreció trabajar a tiempo parcial en ese medio de comunicación. Después de pensarlo, acepté. Parte de mi trabajo era locutar y manejar los controles.
También formo parte del Movimiento Por Ser Niña, que cambió mi forma de pensar en 180 grados. Comencé a entender el feminismo, la sororidad y que las mujeres luchamos por las desigualdades que vivimos solo por ser mujeres.
A inicios de 2022, comencé a participar en un proyecto desarrollado por Plan Reino Unido sobre Educación en Emergencias. Es un proyecto que se trabaja en conjunto con ocho países, de los cuales, Ecuador es el único de América. Nuestro trabajo consiste en conocer las circunstancias que vive la niñez en Ecuador con respecto a entornos educativos inseguros y proponer soluciones a esas problemáticas. El proyecto cuenta con el apoyo de 22 delegados en las provincias en las que Plan International Ecuador trabaja. A finales de julio, viajé a París para participar en un evento juvenil de Educación en Emergencias desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). A nivel personal, fue un desafío inmenso, porque, por primera vez en mi vida tuve que hablar en inglés y demostrar mi potencial. A nivel profesional, fue un orgullo inmenso, porque me estoy preparando para ser profesora. Ir a una organización como la Unesco a hablar de las cosas que más amo es un orgullo que no me cabe en el cuerpo.
No me alcanzan las palabras para contar todo lo que me dio la migración. Aunque aún extraño mi país, sé que migrar a Ecuador fue lo mejor que pude hacer. Ya no soy Wenddy, la chica tímida que tenía vergüenza hasta de preguntar cuánto costaban unos zapatos, ahora soy una mujer empoderada que está en sintonía con su comunidad y trabaja en pro de los derechos de los niños, niñas y adolescentes de las áreas rurales, porque estar en un área rural no debe ser sinónimo de desigualdad y abandono. Tras cinco años en Ecuador, me doy cuenta de que es un privilegio vivir en sintonía con la naturaleza. Ahora no sé si regresaría a vivir a una gran ciudad. Ya no me molesta el canto de las aves ni de los gallos. Valoro la tranquilidad, ver las estrellas y llegar a mi casa y desconectarme del caos del mundo.
Visita https://plan.org.ec/vidas-que-inspiran/ y conoce más historias de vidas impactadas por Plan International en sus 60 años de presencia en Ecuador.