Nataly
La historia de Nataly nos inspira y demuestra el optimismo con el que las niñas y jóvenes rompen estereotipos y luchan para acelerar el reloj, es decir, para lograr la igualdad en menos tiempo, con el apoyo de todos los actores de la sociedad.
Quiero demostrar que los sueños se pueden cambiar, que las niñas de los sectores rurales pueden hacer la diferencia en el enfoque que le dan a sus vidas. Cuando llegué a una escuela rural de Cayambe escuché que la mayor aspiración de estas niñas era ser mamás, tener hijos. Pensé que debía abrirles los ojos para que miren que los sueños de las mujeres no están dados en relación a su capacidad reproductiva.
Mi nombre es Nataly, tengo 20 años, vivo en una ciudad de Pichincha. He trabajado en los vacacionales gracias al Consejo Consultivo. Ese fue uno de los primeros programas en los que estuve con Plan International. Nos capacitaban para ir a comunidades, hablar de derechos y de ciertas problemáticas.
Esa etapa fue bonita, porque conocí personas de distintos lugares de mi cantón. Me relacioné con distintas personas y opiniones. Además, como mi cantón tiene la presencia del pueblo indígena Cayambi me incliné mucho a conocer esa sabiduría ancestral.
Ese fue el momento en que cambió mi forma de ver el panorama de mi cantón. Antes no me daba cuenta de lo que pasaba en las comunidades, cuando vi esta realidad decidí estudiar Sociología, más que todo para hacer algo por esas niñas de la ruralidad para que sigan su proceso de vida, sus estudios y que ejerzan sus derechos libremente.
Estoy en séptimo semestre y me ha cambiado la forma de ver el mundo. Ser testigo de tanta desigualdad e injusticias ha desatado en mí ese deseo de querer mejorar las cosas. Siempre me ha gustado estar en espacios de liderazgo. Fui presidenta de mi escuela, de los cursos. Sueño con tener mi propio emprendimiento que cause incidencia, quizás una Escuela de Liderazgo en mi cantón para enseñar sobre política, comunicación, oratoria. Lo que quiero es cambiar algunas cosas que nos afectan como sociedad.
Ahora trato de cambiar algunos estereotipos en mi comunidad y en mi hogar. Converso con mis amigos para que no se normalicen ciertas reflexiones como: “es que juegas como niña”, “lloras como niña”. Quiero que se den cuenta que no está bien decir eso. También les hago pensar por qué dicen que las niñas son inferiores. En esa propuesta, algunas personas reflexionaban y admitían que su comportamiento estaba mal.
Algunos compañeros me molestaban y hasta me hacían memes, me decían: “ya viene la opresora, la feminazi loca”. Frente a esto, he tratado de ir despacio e incidir lentamente en la forma de pensar de cada uno. Por eso, trato de informarme para dar un buen argumento.
No me sentía mal con los memes que me hacían. Me indigna más ver el hecho de que se burlen, eso sí me molesta demasiado. Y siento que a algunas personas no se las puede cambiar. He llorado al ver ese rechazo a la lucha de las mujeres.
Me he dado cuenta que para lograr influir en las personas es necesario expresarme mejor. Gracias a Plan International he logrado mejorar este aspecto. Ahora, converso con más gente, antes si no hablaba con alguien no me importaba. Valoro conocer a las demás personas y sus pensamientos.
Me doy cuenta de lo esencial que es la comunicación para hacer incidencia. Antes de la cuarentena, Plan International me eligió para ir al taller nacional de Comunicación en Guayaquil. Allí nos brindaron las herramientas necesarias para poder crear contenido, cómo utilizar los logos, los colores. También estuve en otro taller de escritura, donde también aprendí sobre diferentes temas como la violencia de género, los estereotipos y los roles de género.
Actualmente manejo las páginas Facebook e Instagram del Movimiento Por Ser Niña. Tenemos un chat para el Comité de Comunicación, que somos alrededor de ocho chicas. Allí damos nuestro punto de vista, proponemos ideas.
Todavía no hay muchos comentarios en las páginas, pero sí muchos compartidos y me gusta. Hay más reacciones positivas que negativas en nuestras redes, cuando posteamos temas sobre el amor propio la gente se etiqueta entre amigas.
También hemos visto comentarios negativos, sobre todo por esta concepción que se tiene del feminismo, de la gente que está en contra de las marchas y de las movilizaciones para exigir nuestros derechos.
Para mí, desde la sociología, las redes sociales son un mecanismo de control, que moldean nuestra forma de ser. Sin embargo, hay que darle otro tipo de uso como combatir la violencia de género, el pensamiento de que somos débiles, que no podemos realizar ciertas actividades, que no podemos jugar fútbol, que tenemos que estar calladitas y sentaditas…
Una lideresa debe ser consciente, responsable, creativa y con la capacidad de poder cambiar el mundo, no con imposiciones sino logrando incidencia. El líder no es la persona que está al frente de otros y que gana a costa del otro. Debe pensar en todos, de manera comunitaria y amigable, como la vez en la que hicimos un seguimiento a las niñas de la escuela rural de Cayambe que visité, para que puedan acceder al colegio en el cantón.
O como aquella vez que logramos que la Alcaldía acepte más jóvenes en los proyectos que son para ellos. O como cuando mi papá cambió su manera de colaborar en el hogar y desechó esa idea de que la mujer debe servir al hombre. Un día entendió que mi mami hace doble trabajo, porque tiene su empleo y aparte realiza las tareas del hogar. Ahora mi papá sabe que es parte y responsable de la casa. Ahora se lo mira arreglando el cuarto. A veces, también cocina.
Aún faltan 131 años para lograr la igualdad de género[1]. En Plan International trabajamos para que el optimismo perseverante de las niñas y los niños, de nuestro equipo y de nuestros socios reduzca el tiempo que las niñas y mujeres deben esperar para tener igualdad de derechos.
Con tu donación podemos acelerar el reloj. Dona en https://plan.org.ec/donar/
¡Somos Plan International y no nos detendremos hasta lograr la igualdad!
[1] Foro Económico Mundial, junio 2023.