Historia de Angee
Cada 11 de octubre se conmemora el Día de la Niña. Este año, Plan International con su campaña #NiñasConIgualdad comparte la historia de Angee, una joven lideresa de Guayaquil, quien con su activismo inspira a otras niñas de su comunidad. Su historia es parte de la publicación “Jóvenes Que Inspiran” de Plan International Ecuador.
Cuando estaba por cumplir 15 años, mi papá se fue de la casa. Nos quedamos mi mamá, mi hermano y yo. Yo no entendía o no quería entender por qué se fue. Sus razones fueron que mi mamá no le atendía bien, que no le tenía la comida lista y no le tenía la ropa limpia. Era violento e hizo cosas muy malas que me lastimaron profunda- mente. “Ya no te considero mi padre”, le dije una vez, y esas palabras se le grabaron en el corazón. Yo era joven y no entendía o no quería entender. En ese entonces, las personas correctas estaban a mi lado. Mis amigas me decían que no era la primera ni sería la última joven que tenía padres separados; y mis profesores me dijeron que no me distrajera, que si pensaba en eso descuidaría mis estudios, dejaría de ser la buena estudiante que siempre fui y echaría abajo mi sueño de ser abandera- da. Yo quería que mi mamá se sintiera orgullosa de mí al verme desfilar con la bandera nacional, quería darle una alegría, especialmente en ese tiempo en que se había quedado sola.
Como no entendía la situación, yo tenía mucho rencor. Es bueno admitir ese sentimiento porque de ahí viene el perdón. Pero era casi una niña y estaba dolida. Les había escuchado discutir. Él pensaba que con sus acciones castigaba a mi mamá, pero en realidad los más afectados fuimos mi hermano y yo. Ahora, como estudiante de Obstetricia en la Universidad de Guayaquil, como adolescente que ha madurado, sé que es preferible que mis papás se hayan separado a que se hubieran quedado juntos por nosotros. Es mejor que estén felices cada uno por su lado, a que sean miserables juntos.
Durante esos años me sentí muy vulnerable, pero esto me llevó a querer estudiar y aprender más. Ese fue el origen de los proyectos que emprendí. Tenía curiosidad, pero también eran un pretexto para evadir la realidad. En un primer momento, iba a las reuniones para tratar de olvidar, pero aún no me daba cuenta de que mi historia inspiraba a otros, que veían cómo soy como persona y cómo trato a los demás, y empezaron a llamarme para que presentara varios proyectos, por lo que estuve en algunas actividades locales de la organización (como recolección de fondos y reuniones) y fui en representación de las actividades que realizaba Plan International a nivel nacional.
En estos y otros eventos, aprovechaba para explicar las situaciones que afectaban a mi comunidad. También, en las reuniones del GAD (Gobierno Autónomo Descentralizado) confrontaba a los funcionarios que no hacían bien su trabajo, y el ejemplo se multiplicaba. Me habían dado la oportunidad de cambiar las cosas desde una visión de niña, y gracias a ello, las niñas que vienen detrás de mí ahora tienen las puertas abiertas para dar su opinión.
En un punto me di cuenta de que había que hablar con las personas que toman las grandes decisiones, a ellos les preguntaba: “¿Usted cómo sabe que lo que está proponiendo es lo que quieren las personas de esa comunidad, o ustedes preguntaron, hicieron alguna encuesta a todos esos niños de la ciudad?”. Siempre me respondían que no, que no lo habían hecho. Es verdad que un niño se emociona al ver un parque u otra obra similar, pero lo ideal es que reúnan a todos y les pregunten, así saldrían respuestas muy interesantes, como: “señor presidente, no quiero otra cancha más u otro parquecito más, quiero esto…”. Porque pienso así, mi opinión siempre ha sido tomada en cuenta. Cuando me piden una exposición, no tengo miedo de hacerla, de decir lo que no me gusta; no me da miedo que otras personas no estén de acuerdo conmigo; tampoco me da miedo que los demás rechacen mis propuestas, porque sé que esto pasa naturalmente y en cualquier momento.
Si bien ahora no tengo miedo, no siempre fue así, fui aprendiendo a hablar con argumentos. Al principio, yo era una niña muy curiosa, por lo que me interesó conocer qué otras situaciones vivían las personas de mi alrededor. Lo que más me impactaba era conocer realidades que no sabía que existían, como la violencia, niñas violentadas o violadas, o las posiciones a favor y en contra del aborto. Comencé a visualizar y escuchar esas experiencias de vida de niñas que han pasado por ese proceso y luego me di cuenta de que yo también pasé por algo similar en su momento, pero no lo identifiqué. Ver las cosas que mi familia hacía y no son normales, o que sucedían en mi comunidad, me impactó. Luego entendí que son pensamientos que las personas ya tienen en sí, porque sus padres y sus abuelos los han criado de esa manera; por ejemplo, en temas de violencia doméstica, es fácil decir que la mujer debe cocinar, lavar, barrer, y el hombre solo va a trabajar y es la fuente de ingresos de la familia. Pero estos estereotipos son dañinos y no nos permiten salir adelante.
Otro ejemplo: en mi familia no existe un hombre que nos diga: “tengan, aquí está para su comida, para su ropa”, sino que mi mamá, mi hermano y yo aportamos económicamente. Entonces me doy cuenta de que todo por lo que he luchado es verdad, que, si yo y mi familia pudimos, muchas otras niñas y familias lo podrán hacer. Que un hombre se vaya de la casa no es el fin del mundo.
Siento que he tomado el camino bueno y he caminado bastante. En Plan International aprendí educación sexual y luego ingresé al proyecto Zona Libre de Embarazo; de ahí pasé a Cartas de Niñas; y soy la representante de Guayaquil del Movimiento Por Ser Niña. Me fui a Estados Unidos con Jóvenes Embajadores, con un proyecto llamado Zona Libre de Riesgos en Desastres Naturales, y cuando regresé surgieron otras oportunidades, como la Capacitación de Tecnologías que hice en Buenos Aires. Asimismo, a los 16 años viajé a Chile con el proyecto Jóvenes al Rescate de la Identidad Cultural, que trata de recuperar nuestras raíces culturales a través de la danza folclórica.
La danza le ha dado sentido a mi existencia, ya que me ayuda a conocerme. Cuando bailo expreso si estoy triste o feliz, si tengo iras, siento que de esta manera me desahogo. En la danza me busco. Cuando era más joven pensaba sacar un título de danza, estudiar Artes o algo así, pero ahora ha pasado a ser un pasatiempo. Mis objetivos han cambiado y ahora están alrededor de la obstetricia, que es la carrera que escogí. Ingresar a la universidad pública no es fácil, por lo que este ha sido un logro mío, luego Plan International me apoyó con una beca para estudiar en la universidad.
Cuando me gradúe podré atender a las personas que me dieron la mano cuando era chiquita o a las niñas que estudiaron conmigo y ahora ya están en edad de ser madres. Quisiera atender a todas las mujeres de la ciudad donde viva o trabaje, y no ser como la médica que receta de mala gana los anticonceptivos cuando alguien busca asesoramiento. Quiero hacer las cosas con un sentido social, que el esfuerzo y el trabajo duro de haber estudiado valgan la pena para otras personas.
Visita https://plan.org.ec/jovenes-que-inspiran/ y conoce más historias de niñas y jóvenes lideresas.