Maritza: un camino de resiliencia y empoderamiento
“Mi nombre es Maritza y tengo 43 años. Soy licenciada en educación inicial y madre de dos jóvenes maravillosas, Roxana y Yareli. Mi historia comienza en una pequeña comunidad del cantón Rocafuerte, donde nací y fui abandonada por mi madre a los seis meses de edad. Mis abuelitos Rosa y Amancio, quienes, a pesar de no tener recursos económicos, me criaron como su hija y me dieron la educación básica”, narró Maritza al iniciar el relato de su historia.
Desde muy pequeña, su abuelita y abuelito le enseñaron el valor del trabajo. La llevaban a las montañas a sembrar y cosechar maíz, frijol y melón. Con ese trabajo, obtenían los recursos económicos necesarios para comprar comida y productos de aseo para la casa. A medida que creció, las necesidades aumentaron y se requería dinero, como cuando ya siendo adolescente tenía que gastar en sus toallas sanitarias, ropa interior e insumos para gestionar su desarrollo. Ante esta necesidad, Maritza empezó a trabajar desde sus 12 años en diferentes labores: cuidando niñas, en una tienda de abasto y limpiando casas.
Maritza trabajó hasta los 18 años, sin embargo, ella tenía presente que para tener más oportunidades debía estudiar, este fue un objetivo por el cual ella iba a luchar.
“A los 18 años, me comprometí con un hombre a quien consideraba el amor de mi vida. Sin embargo, él no me permitía seguir estudiando debido a su machismo. Me decía que las mujeres que estudiaban solo buscaban hombres para besarse en los parques, pero yo solo quería aprender”, mencionó Maritza.
Cuando ella tenía 23 años, Plan International llegó a su comunidad y decidió apoyar a la ONG como voluntaria comunitaria. A pesar del machismo de su pareja, ella asistía a las capacitaciones sobre prevención de violencia, crianza positiva, liderazgo, empoderamiento, autoestima y proyecto de vida. Estos talleres la empoderaron y la impulsaron hacia su proyecto de vida. Este empoderamiento le dio el valor para decirle a su pareja que iba a continuar sus estudios sin pedirle permiso, porque educarse era su derecho.
“Con 30 años, me matriculé en un colegio a distancia cerca de mi comunidad para continuar con mi educación superior. Sin recursos económicos ni el apoyo de mi pareja, seguí trabajando en la cosecha de verduras y vendiendo productos de catálogo para pagar mis estudios y sostener a mis hijas”, contó Maritza.
A partir de esta decisión, se le abrieron nuevas oportunidades en su camino, sus amigas del colegio la motivaron a estudiar en una academia de belleza que ofrecía educación gratuita. Su jornada laboral, al unirla con los estudios se intensificó: trabajaba de lunes a viernes por la mañana, iba a la academia tres veces por semana por la tarde y los sábados asistía al colegio a distancia. Todo esto mientras cumplía con su rol de madre y enfrentaba maltratos de su pareja por ir a estudiar.
“Con esfuerzo, resiliencia y empoderamiento, me gradué de maestra artesana de belleza en 2016 y tres años después, me gradué de bachiller con mención de honor, siendo la segunda escolta del pabellón nacional. Mi hija Roxana también se graduó de bachiller ese mismo año”, destacó Maritza sobre su experiencia.
Después de 3 años y de mucho esfuerzo logró ingresar a la carrera de educación inicial. Al mismo tiempo, para seguir con su plan de vida y tener una vida libre de violencia decidió separarse de su pareja.
Su hija Roxana en ese entonces también iniciaba sus estudios universitarios en la carrera de ingeniería civil, lo que incrementó significativamente los gastos. Maritza, una vez más, consideró dejar de estudiar para apoyar a sus hijas; pero, gracias al apoyo de Plan International y su voluntariado activo en la comunidad, logró obtener una beca universitaria. Con este recurso, pudo cubrir gastos de movilización y materiales, lo que le permitió continuar con mayor firmeza su compromiso de convertirse en una profesional.
“En 2023, me gradué de licenciada en educación básica y actualmente apoyo como reemplazo de docentes en una unidad educativa de mi comunidad. Me siento libre, empoderada, valiente y orgullosa. Todo este proceso de autodescubrimiento y crecimiento ha sido increíble para mí. Ver mis sueños hechos realidad es el mayor ejemplo que puedo dar a mis hijas y a las mujeres de mi comunidad”, afirma con emoción.
La historia de Maritza demuestra cómo el apoyo a niñas, jóvenes y mujeres con herramientas que las ayuden a prosperar, resulta en que ellas puedan acceder a educación, empleo y lograr cumplir con sus proyectos de vida. Para mujeres como Maritza, su crecimiento era importante al igual que apoyar a sus hijas y darles una vida digna y sin violencia. Esta fue la clave de su éxito, ponerse primero ella para poder trascender y también ser un ejemplo en la vida de sus hijas, demostrando determinación, optimismo y empoderamiento femenino.
Autora: Josselyn Bazurto, Técnica de Sostenibilidad
Oficina Manabí