María Rosa: “Un legado de optimismo y determinación”

En lo profundo de la tierra indígena, donde el idioma kichwa y español se entrelazan como hilos de una historia rica y cautivadora, emerge el testimonio de María Rosa. A sus 39 años, María Rosa es mucho más que su edad: es una viva representación de tenacidad y resiliencia.

La tierra donde nació fue un tapiz de nevados, y su niñez estuvo marcada por la pérdida temprana de su madre a los tres años de edad. Con valentía, su padre tomó las riendas de su crianza, junto a sus dos pequeños hermanos. Mientras otros ya tenían sus vidas formadas, María Rosa tenía un camino empinado por delante.

La educación era un sueño inalcanzable en aquellos días. Pero María Rosa, con optimismo y determinación enfrentó cada desafío que se le presentó. Se levantaba a las 4 de la mañana para amarrar ganado antes de dirigirse a la escuela. Las dificultades económicas y el escepticismo de su padre no la detuvieron. Sorteó obstáculos, finalizando su primaria en la escuela de la comunidad, después no tuvo la oportunidad de completar su educación secundaria.

A los 15 años, su vida tomó un giro aún más audaz al casarse y mudarse a una comunidad vecina. La responsabilidad de ser madre le llegó a los 16, cuando su hija Jessica vino al mundo. La carga de responsabilidades creció, y con ella, también su determinación de forjar un futuro más brillante.

En las haciendas de los patrones, en los campos donde la tierra era moldeada por manos indígenas, María Rosa encontró su camino. Ordeñando ganado y cultivando papas, melloco, cebolla y más, trabajó incansablemente para asegurar el sustento de su hogar. La adversidad no pudo doblegarla, y en cada surco del suelo y en cada gota de sudor, sembró la semilla de su propio empoderamiento.

El destino de su hija Jessica se convirtió en su motor de cambio. Afiliada a Plan International, descubrió proyectos que iluminaron la oscuridad que la rodeaba. La construcción de escuelas y proyectos de electricidad resonaron como señales de esperanza en su comunidad. Se unió a un grupo de mujeres y, junto a ellas, encontró una voz, una fuerza unificadora.

Con el respaldo de Plan International, María Rosa ascendió en su liderazgo comunitario. Su familia y su hija también se contagiaron de ese empoderamiento y mantienen una vida con vocación social y de liderazgo.

Como suele ser la vida, las pruebas continuaron; María Rosa enfrentó enfermedades y dificultades económicas. La fortaleza de María Rosa fue motivada por el apoyo que quería brindar a sus hijos, Jessica, Edwin y Sisa.

La primera graduación de la universidad de su hija se convirtió en un hito para la familia. María Rosa apoyó a su hija Jessica en sus estudios y no solo logró verla graduarse, sino también a su hijo Edwin. Estos éxitos han marcado su vida y la determinan como una vida llena de felicidad y logros familiares.

Hoy, María Rosa encuentra su mayor satisfacción en el hogar, criando a Sisa y administrando sus animales que atesora tanto. Pero su verdadero legado se extiende más allá, su legado es la fortaleza y resiliencia.

Con gratitud en su corazón, María Rosa mira atrás en su vida y ve cómo Plan International ha sido más que un apoyo; ha sido una familia que le dio herramientas para lograr todo lo que se proponga.

Autora: Rosario Rea, Técnica de Desarrollo Local

Oficina Chimborazo – Bolívar

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